Hay incontables oportunidades en la vida diaria de defender los derechos humanos. Lo hacen desde la estudiante que sale en defensa de una compañera a quien están hostigando, hasta el joven que impide a sus amigos acosar a las mujeres en la calle, pasando por quienes se ofrecen como voluntarios para cuidar de personas que viven con el VIH en su comunidad, y el día está lleno de actos de coraje como éstos. Salir en defensa de una persona amiga nuestra, un compañero o un desconocido es también un acto de defensa de nuestros propios derechos: cuando nos esforzamos por conseguir que nuestra comunidad sea más segura y más amable para las personas marginadas y discriminadas debido a su sexualidad, su género o sus decisiones reproductivas, nos estamos asegurando de que haya más opciones para nosotros y para nuestras amistades y familiares en el futuro.
Pero no hay que olvidar lo siguiente: En algunos Estados, promover algunos aspectos de los derechos sexuales y reproductivos puede ser peligroso, e incluso ilegal. Es importante saber qué riesgos podemos correr en nuestra sociedad si decidimos hablar con otras personas y actuar.
