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CULTURA Y NORMAS CULTURALES

ENTENDER

La cultura y las normas culturales son esenciales para la forma en que las sociedades crean y restringen las identidades sexuales y de género de las personas. Las culturas se componen de valores y creencias compartidos y las normas culturales son una serie de creencias sobre lo que es “normal” o adecuado para esa sociedad. Muchas personas dan por supuesto que las normas culturales y las tradiciones son “como han sido siempre las cosas”, sin cuestionarse cómo ha desarrollado su cultura o su sociedad esa norma concreta. Sin embargo, las culturas evolucionan y cambian, crecen con el tiempo para adaptarse a los cambios de la comunidad, adoptando nuevas influencias e incorporándolas a las historias que utilizan las personas para comprenderse a sí mismas y a quienes las rodean.

La cultura recibe contribuciones muy variadas: el lenguaje, la familia, el arte, la música, los medios de comunicación, la historia y la religión. La religión puede tener una influencia especialmente fuerte sobre la cultura y sobre las creencias y los valores de las personas. Las instituciones religiosas pueden ejercer una influencia política en la adopción de leyes y políticas que regulan la sexualidad y la reproducción. La religión tiene sus propios sistemas de entender e interpretar el mundo, que pueden complementar o contradecir una cultura nacional o comunitaria concreta, y apoyar u oponerse a los principios y normas de derechos humanos. La religión ejerce en particular gran influencia en los valores de las personas: valores como el amor, la compasión, la comprensión y la caridad son elementos comunes en casi todas las religiones y culturas.

Las normas culturales que se refieren a cuándo y cómo mantener relaciones sexuales, qué roles se supone que desempeñan hombres y mujeres en la sociedad y cómo se forman las familias están muy influidas por la religión y la historia, entre otras cosas. Las imágenes de los medios de comunicación, el arte y la música se basan con frecuencia en estereotipos de género y alimentan las expectativas sobre el comportamiento de una persona, incluido el sexual. Piensen en las historias con las que crecieron: ¿Cómo se solían comportar los hombres? ¿Algunas formas de ser hombre o mujer se consideraban “buenas” o “acertadas” y otras no? Esas historias contribuyen a establecer una norma sobre cómo se supone que debe ser nuestra conducta.

“El deber fundamental de la mujer es dar a luz niños sanos y criarlos como personas normales, así no habrá violencia en la familia y nuestra
vida será buena.”
(Vicegobernador de un khukumat de Tayikistán)

La Declaración Universal de Derechos Humanos reconoce el derecho de todas las personas a fundar una familia según su elección. Sin embargo, a menudo la gente sufre una enorme presión social cuando se trata de su vida reproductiva y del tipo de familia elegido, no importa cuál sea su género o su sexo. A menudo son las normas sociales las que dictan a qué edad se espera que una persona se case, cuántos hijos tendrá y cuándo, y someten a una clara presión a los jóvenes que no se pliegan a estas expectativas.

La cultura y las normas sociales también prescriben cánones de belleza –dentro de la comunidad y entre grupos sociales– y pueden presionar a los jóvenes, hombres o mujeres, para que modifiquen o cambien sus cuerpos. La forma de vestir y de peinarse, la posibilidad y la forma de maquillarse, las prendas de vestir y los colores que se consideran masculinos o femeninos, todo ello contribuye a la manera en que las culturas separan y definen los géneros.

Prácticas que señalan a alguien como perteneciente a un determinado grupo o tribu, como el tatuaje, la escarificación y la circuncisión también se asocian con frecuencia al paso de la infancia a la edad adulta. Estas prácticas, que a menudo se llevan a cabo sin tener en cuenta la libre elección del joven o la joven, son una de las formas en que las normas culturales se expresan en los cuerpos de los jóvenes. Hay personas que se someten a dolorosos rituales y modificaciones corporales para ajustarse a las normas de su sociedad, y casi todo el mundo experimenta alguna forma de presión para vestirse, actuar o parecer de una manera determinada a fin de encajar.

Las presiones sociales también afectan a la forma en que nos comportamos e interactuamos con otras personas en nuestras comunidades, desde cómo hablamos del sexo y la sexualidad hasta con quién se nos ve o con quién trabamos amistad, pasando por nuestra elección de posibles parejas sexuales y sentimentales. Muchas personas que se identifican como lesbianas, gays, bisexuales, transgénero o intersexuales (LGBTI) soportan una enorme presión social para mantener oculta su orientación sexual o identidad de género, o para intentar cambiar con el fin de encajar mejor. Muchas culturas esperan de sus jóvenes que se ajusten a una expresión de género y una sexualidad “normal”, y los jóvenes que hablan, hacen preguntas o defienden su expresión e identidad o la de otros, pueden ser ninguneados o estigmatizados, o sufrir violencia.