La regulación de la sexualidad y la reproducción tiene lugar en múltiples niveles. Forma parte de la obligación que tiene el Estado, en materia de derechos humanos, de proteger los derechos sexuales y reproductivos para que no sean violados por otros agentes. Por ejemplo, los Estados tienen la obligación de aprobar leyes y tomar otras medidas para impedir la violencia e investigar, juzgar y sancionar a los responsables, sean agentes públicos o privados.

En los contextos sociales, hay distintos grupos, de poder e influencia diversos, que intentan vigilar y controlar la sexualidad y la reproducción. Por ejemplo:

La familia es la forma más común de unidad social y la principal influencia en los valores, creencias y supuestos de una persona. La familia puede ser fuente de apoyo y aprendizaje y un lugar donde sentirnos a salvo, protegidos y queridos. Sin embargo, puede ser también fuente de abusos y un ámbito donde se violan los derechos humanos relacionados con la sexualidad y la reproducción. Los Estados deben garantizar que se da siempre preferencia al interés superior del menor y que la familia, los padres y los tutores no hacen nada que viole este principio en contra de ningún menor a su cuidado. Cuando la coacción y la violencia se ejercen en el seno de la familia, como ocurre con el matrimonio forzado, la violación conyugal, el incesto y la mutilación genital femenina, sus miembros jóvenes han de poder defender sus derechos. Los Estados tienen la obligación de impedir y abordar esas violaciones de derechos y garantizar que se protegen debidamente los derechos de la juventud.

La comunidad impone expectativas sobre la sexualidad y la expresión sexual y del género. Que la comunidad consienta o repruebe las violaciones de derechos sexuales y reproductivos puede tener enorme influencia en la vida de las personas que la integran. Los Estados tienen la obligación de tomar medidas apropiadas para modificar todas las actitudes y conductas sociales y culturales discriminatorias y basadas en prejuicios y eliminar toda práctica que por costumbre, tradición u otros motivos esté basada en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones de género estereotipadas.

Los empleadores no tienen derecho a tomar medidas o establecer normas o políticas que violen los derechos sexuales y reproductivos de sus empleados. Los empleadores tienen la obligación de proporcionar un entorno de trabajo en el que todas las personas puedan interactuar en condiciones de igualdad y sin sufrir discriminación, hostigamiento ni violencia. En concreto tienen la obligación de garantizar en el trabajo la igualdad entre hombres y mujeres en cuanto a salario y oportunidades y ausencia de acoso y agresiones sexuales.

Amnistía Internacional Austria presenta su campaña Mi cuerpo mis derechos con jóvenes hablando claro, marzo de 2014.
Amnistía Internacional Austria presenta su campaña Mi cuerpo mis derechos con jóvenes hablando claro, marzo de 2014.

Los centros de enseñanza tienen la obligación de proporcionar al alumnado un entorno de aprendizaje seguro y potenciador. Deben proteger a los jóvenes de la discriminación, el hostigamiento y la violencia de otros alumnos o empleados del centro e impartir una educación basada en los principios de derechos humanos, la ausencia de discriminación y la inclusión para todas las personas jóvenes.

Las instituciones religiosas pueden intentar imponer sus creencias y valores a las personas o a la comunidad hasta el punto de violar con esta presión los derechos humanos de la persona. Por ejemplo, algunas instituciones religiosas se oponen por doctrina al uso de anticonceptivos o de determinados métodos anticonceptivos. Aunque las personas tienen derecho a vivir de acuerdo con sus creencias religiosas, es responsabilidad del Estado respetar la libertad de pensamiento y de creencias incluso en el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos, incluido el uso de anticonceptivos.

En todos los casos, no son sólo los Estados los que tienen la responsabilidad de hacer valer los derechos sexuales y reproductivos para toda su ciudadanía. Todos –la persona, la familia, la comunidad, el centro de enseñanza, el empleador y la institución religiosa– tenemos la obligación de garantizar que la sociedad respeta los derechos humanos de las personas. El respeto de los derechos sexuales y reproductivos es esencial para la dignidad y el bienestar de todas las personas, y puede mejor la salud, las relaciones personales y la igualdad de género y el empoderamiento de la persona. Por esta razón, la tarea de hacer valer los derechos se reparte no sólo entre los Estados y las instituciones sociales, sino también con los miembros de la sociedad que pueden defender sus derechos sexuales y reproductivos y los de los demás.

Amnistía Internacional Malí lanza la campaña Mi cuerpo mis derechos en Bamako, marzo de 2014.
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