Todas las personas nacen con una serie de derechos humanos inalienables protegidos en virtud de la Declaración Universal de Derechos Humanos y otros documentos de derechos humanos. Entre ellos figuran los derechos de integridad física, elección, autonomía y autodeterminación. Todos tenemos derecho a tomar decisiones y tener el control sobre nuestra salud, nuestros cuerpos, nuestra sexualidad y nuestra reproducción sin temor a sufrir castigo, represalias, discriminación o violencia. Desgraciadamente, nuestra libertad para tomar estas decisiones puede ser cuestionada o controlada por diversos actores: familias, gobiernos, profesionales de la medicina o autoridades religiosas, entre otras, en todo el mundo.
Los conceptos de elección, autonomía y autodeterminación están interrelacionados y son fundamentales para la forma en que las personas pueden expresar y expresan su género y su sexualidad, así como para la forma en que acceden a sus derechos humanos.
Elección significa que tenemos derecho a tomar decisiones informadas sobre lo que hacemos con nuestros cuerpos y nuestras vidas. Cuando nuestras elecciones están limitadas por la falta de información, la pobreza, el hambre o la violencia, nuestro derecho a tomar decisiones también se ve constreñido o violado.
Autonomía es el estado de ser capaces de tomar decisiones y hacer elecciones sin presiones externas ni violencia, mental o física. El concepto de autonomía física hace referencia al nivel de control que tiene una persona sobre lo que le sucede a su cuerpo.
Autodeterminación hace referencia a nuestra capacidad para tomar decisiones sobre nuestras identidades y nuestro futuro, definir por nosotros mismos quiénes somos y quiénes deseamos ser sin el control de personas o fuerzas externas.
Estos conceptos son especialmente relevantes para las personas jóvenes, que con frecuencia mantienen un equilibrio entre sus derechos a la elección, la autonomía y la autodeterminación frente a las expectativas familiares, sociales o culturales sobre lo que deben ser. La forma en que cada persona ejerce estos derechos a la elección, la autonomía y la autodeterminación es aplicable a todo, desde cómo expresa su género a cómo identifica su género y su sexualidad, pasando por cómo y cuándo decide –en el caso de que lo decida– explorar sus deseos sexuales, sola o con una pareja, y qué decisiones toma sobre métodos anticonceptivos, planificación familiar y reproducción. En concreto, las personas jóvenes que no se identifican como hombres ni como mujeres se enfrentan con dificultades a la hora de hacer realidad estos derechos, y a veces sufren discriminación y violencia por la forma en que se expresan.

“Fui al despacho del director a matricularme y él me preguntó que si había ido a matricular a mi hermano. Le contesté que no y le dije que me llamaba Anna. Su compañero nos interrumpió para decirle que mi nombre era Panagiotis [el nombre legal masculino de Anna]. El director me dijo que le habían informado sobre mi situación y que no iba a aceptar a ninguna persona gay o trans en su centro. Me dijo que tendría que cortarme el pelo, dejar de maquillarme y vestir y actuar como un hombre.
(Anna, joven transgénero, Grecia)
Elecciones informadas
Las instituciones de salud pública y los órganos de derechos humanos definen la salud según el bienestar mental, emocional y físico: es decir, la salud debe ser algo más que la ausencia de malestar o enfermedad. La salud depende también de la participación positiva y la satisfacción de las personas con sus vidas y cuerpos, y conlleva definir la salud sexual de forma que incluya también la capacidad de las personas jóvenes de tener una vida sexual segura, sana y feliz. Esto significa que el derecho de los jóvenes a controlar sus cuerpos y su sexualidad implica también que dispongan del espacio necesario para encontrar una vía hacia la plenitud sexual sin coacción, discriminación ni violencia. Muchos programas de educación sexual, o la información sobre salud sexual que se da a la gente joven, se centran en la prevención del embarazo, el riesgo, la enfermedad y la violencia, todo lo cual es de importancia crucial. Ahora bien, muchas veces los programas de educación sexual excluyen la información y los debates sobre el placer sexual y los derechos sexuales y reproductivos, en parte debido a los tabúes sociales existentes sobre la sexualidad y el placer sexual en los jóvenes.
Cuando se utilizan normas culturales para justificar que se mantenga a la juventud alejada de la información y la educación sexual, o para marcar la pauta de la educación sexual que recibe, se están violando sus derechos. Una información inexacta puede reforzar los prejuicios sociales contra la sexualidad juvenil y contribuye a silenciar las preguntas y la curiosidad de los jóvenes sobre sexualidad y género.
El derecho a información y educación sobre la sexualidad que sea exhaustiva, precisa y no discriminatoria, además de ser un derecho en sí, es fundamental para que las personas jóvenes ejerzan sus otros derechos de una manera informada y empoderada. Todas las personas, y en especial las jóvenes, necesitan poder acceder a sus derechos sexuales y reproductivos a fin de efectuar elecciones informadas y autónomas sobre cuándo, cómo y con quién tener una relación sexual o romántica, cómo expresar su género y su identidad sexual, cómo y cuándo buscar información y servicios sobre salud y cuándo, cómo y con quién formar una familia.