En realidad, la cantidad de formas en que una persona puede expresar su género es casi infinita. Las culturas han establecido expectativas sobre lo masculino y lo femenino –o sobre las expresiones sociales de masculinidad y feminidad– para marcar una distinción social entre los sexos. Estas expectativas de ser masculino o ser femenina pueden ser o no lo que nos hace sentir más a gusto. Con independencia de si la identidad de género de una persona y la forma en que más naturalmente se siente ella misma encaja con lo que su cultura espera de ella, esa persona tiene el derecho de expresarse de la forma que mejor le parezca.