Si bien la mayoría de los casos de violencia de género las víctimas son mujeres y niñas, no son las únicas que pueden sufrir agresiones debido a su género. Hombres y niños pueden ser agredidos por no encajar en la forma dominante de masculinidad, al igual que personas de cualquier género si quienes las rodean no respetan su expresión de género.
“La violencia basada en el género se asocia también con la concepción social de lo que significa ser hombre o mujer. Cuando una persona se desvía de lo que se considera un comportamiento ‘normal’, se convierte en objetivo de violencia. Esta realidad se agudiza especialmente si se combina con actitudes discriminatorias por razón de la orientación sexual o cambios en la identidad de género.”
(Relatora especial de la ONU sobre la violencia contra la mujer, en el 58 periodo de sesiones de la Comisión de Derechos Humanos, 2002)
Las personas que se identifican como lesbianas, gays, bisexuales, transgénero o intersexuales, o son percibidas como tales, corren más peligro de ser hostigados y víctimas de violencia por su orientación sexual o identidad de género. Según informa la organización estadounidense Gay Lesbian Straight Education Network en su Safe Space Kit:
El 84 por ciento de los estudiantes identificados como LGBTI en Estados Unidos han sufrido insultos o amenazas por su orientación sexual o identidad de género.
El 39 por ciento de los estudiantes gays, lesbianas y bisexuales y el 55 por ciento de los estudiantes transgénero afirman haber sufrido agresiones físicas, zarandeos o empujones como consecuencia de su orientación sexual o identidad de género.
El motivo de estos actos de violencia puede ser la suposición de la orientación sexual de alguien por su expresión de género. Con frecuencia se presupone que las chicas que son demasiado “masculinas” o los chicos que son demasiado “femeninos” son lesbianas o gays, y se les hostiga o discrimina por lo que se considera su orientación sexual. El Instituto de Estudios sobre Desarrollo señaló en 2007 que en Bangladesh los niños que se comportan de una forma más estereotipadamente “femenina” tienen más probabilidades de abandonar los estudios a una edad temprana debido al hostigamiento, lo cual afecta negativamente a sus oportunidades educativas y económicas.
La violencia motivada por la orientación sexual o la identidad de género, reales o supuestas, de la víctima está muy extendida, aunque no es posible saber exactamente su magnitud. Las personas LGBTI pueden ser víctimas de violencia en cualquier lugar: en la calle, en bares y discotecas y otros lugares públicos, e incluso en su casa, en ocasiones a manos de sus propios familiares. Una ONG italiana que proporciona orientación a padres de jóvenes LGBTI en Palermo, informó de jóvenes que habían sufrido abusos sexuales por parte de familiares, habían sido obligados a permanecer recluidos en sus casas o habían sido expulsados de ellas. A otros los habían llevado a “brujos”, supuestamente para ayudarlos a “arreglar” su orientación sexual o su identidad de género.
La discriminación y la violencia omnipresentes contra personas por su orientación sexual, identidad o expresión de género se produce en todos los ámbitos de la sociedad, y puede ser justificada o incluso perpetrada por leyes y políticas locales o nacionales. Según datos publicados por ILGA en 2014, las relaciones homosexuales son delito en 78 países, lo que constituye un incumplimiento de la obligación internacional que tienen esos Estados de proteger a todas las personas sin discriminación. En Afganistán, Arabia Saudí, Brunéi Darussalam, Irán, Mauritania, algunos estados del norte de Nigeria, Pakistán, la región septentrional de Somalia, Sudán y Yemen se puede imponer legalmente la pena de muerte por la actividad sexual consentida entre personas adultas del mismo sexo.
Hasta en los países donde la legislación contra la homosexualidad no se aplica por sistema, sólo el hecho de que esta legislación exista propicia que, tanto la policía como otros, cometan abusos, como el chantaje y la extorsión. Además, la existencia de estas leyes transmite a la población en general el mensaje de que la discriminación por motivos de orientación sexual e identidad de género es aceptable, y que los derechos humanos no son aplicables a las personas LGBTI. Esto crea un entorno propicio a que cundan el hostigamiento, la intimidación y la violencia contra los miembros de la comunidad LGBTI y en el que es posible cometer tales actos con impunidad.
En muchos lugares donde se aceptan mejor las relaciones entre personas del mismo sexo, la gente también sufre discriminación y violencia por su identidad o expresión de género. Son habituales los crímenes de odio, las agresiones y los ataques contra personas que se identifican como transgénero. La violencia motivada por odio tiene un especial impacto negativo a largo plazo en las víctimas. También contribuye a extender el clima de temor entre personas, grupos y comunidades LGBTI, y –especialmente cuando el Estado no pone a sus autores a disposición judicial– alienta una desconfianza general hacia las autoridades.